ESPECTACULAR GUNNAR
JÓNSSON
Corazón gigante:
los 'amarillos' islandeses
Llega a las salas españolas la quinta película del realizador
islandés Dagur Kári, Corazón gigante (Fusi), una tierna revisión del
chico-conoce-chica entre 'bichos raros' que interpreta de manera magistral el
actor Gunnar Jónsson.
Un
buen ejemplo del imprescindible papel de los festivales internacionales para
producciones modestas. Corazón
gigante (Fúsi) es la quinta cinta del director islandés Dagur Kári y, tras
recibir el aplauso de la crítica y el público, además del premio al mejor actor
para Gunnar Jónsson,
en el Festival de Cine
de Valladolid, se convierte en la primera en llegar a las salas
españolas (su anterior trabajo, Un buen corazón, sí llegó a nuestro país, pero
directamente en DVD). Y el público español, como el de Valladolid, se dejará
atrapar por una historia cuya mayor fortaleza es, como la de su protagonista,
tener un corazón gigante.
El inmensamente genial Gunnar Jónsson es Fúsi, un hombre con sobrepeso y pocas habilidades sociales que, pasada la cuarentena, vive con su madre, su único hobby es construir maquetas de batallas de la Segunda Guerra Mundial nunca ha tenido novia y tampoco tiene demasiados amigos ni habilidades sociales suficientes. La primera parte del metraje dibuja, desde la sensibilidad y la ternura que sostienen toda la cinta, la rutina de Fúsi: desayunar los mismos cereales de siempre; ir a un trabajo, de ‘maletero’ en el aeropuerto de Reikjavik, en el que soporta estoicamente las bromas pesadas –a veces, sobrepasan ese término, de sus compañeros; cada viernes, comer en un tailandés de confianza; jugar una vez por semana a un juego de roll con el único amigo que tiene; y llamar cada noche a una emisora de radio para pedir una ración de heavy metal desestresante. Hasta que la nueva pareja de su madre le regala un bono para aprender a bailar country y, en las clases, conoce a Sjöfn (Ilmur Kristjánsdóttir), una mujer que esconde una soledad que, a diferencia de Fúsi, no le cabe en el cuerpo.
A través de la relación que surge entre ambos, el protagonista aprende una forma de felicidad hasta ahora desconocida y el cineasta aprovecha para hablar de la inadaptación; de la soledad tanto física como emocional; de los “bichos raros” que terminan, a empujones, en los márgenes; de primeras veces tardías; del valor que uno se da a sí mismo; de las apariencias, el individualismo y de la generosidad.
Kári narra la cinta desde el punto de vista de Fúsi y se afana porque empaticemos con él. De hecho, en la butaca tenemos la misma información sobre Sjöfn que el protagonista: podemos intuir heridas que nadie nos explica y poco más, en una revisión del chico-conoce-chica en la que más que el desenlace importa la distancia entre los puntos de partida y de llegada. Sjöfn vendría a ser para Fúsi uno de ‘los amarillos’ de Albert Espinosa, una de esas personas que, según la descripción del autor catalán, “no son ni amantes ni amigos, esa gente que se cruza en tu vida y que con una sola conversación puede llegar a cambiártela”. Evidentemente, Fúsi para Sjöfn también lo es, pero esa sería otra película.
Entre el romance y el drama con pinceladas cómicas, Corazón gigante consigue mover las emociones del espectador sin mostrar sus artificios, de una manera orgánica que se debe, sobre todo, a la tremenda interpretación de Jónsson. Es imposible no terminar amando al gigante bonachón, generoso e infantil que compone a base de gestos y miradas el actor islandés, un personaje que recuerda al también tierno e inexperto Jack de Una cita para el verano, el único trabajo en la dirección del fallecido Philip Seymour Hoffman.
El hielo de Islandia se traduce en una fotografía grisácea y fría que contrasta con la calidez de Fúsi y los temas de Dolly Parton que dominan la banda sonora. Una cinta que, desde el terreno de la autoría, llegará a grandes sectores del público dada su enorme capacidad para arrancar la empatía y conmover.
El inmensamente genial Gunnar Jónsson es Fúsi, un hombre con sobrepeso y pocas habilidades sociales que, pasada la cuarentena, vive con su madre, su único hobby es construir maquetas de batallas de la Segunda Guerra Mundial nunca ha tenido novia y tampoco tiene demasiados amigos ni habilidades sociales suficientes. La primera parte del metraje dibuja, desde la sensibilidad y la ternura que sostienen toda la cinta, la rutina de Fúsi: desayunar los mismos cereales de siempre; ir a un trabajo, de ‘maletero’ en el aeropuerto de Reikjavik, en el que soporta estoicamente las bromas pesadas –a veces, sobrepasan ese término, de sus compañeros; cada viernes, comer en un tailandés de confianza; jugar una vez por semana a un juego de roll con el único amigo que tiene; y llamar cada noche a una emisora de radio para pedir una ración de heavy metal desestresante. Hasta que la nueva pareja de su madre le regala un bono para aprender a bailar country y, en las clases, conoce a Sjöfn (Ilmur Kristjánsdóttir), una mujer que esconde una soledad que, a diferencia de Fúsi, no le cabe en el cuerpo.
A través de la relación que surge entre ambos, el protagonista aprende una forma de felicidad hasta ahora desconocida y el cineasta aprovecha para hablar de la inadaptación; de la soledad tanto física como emocional; de los “bichos raros” que terminan, a empujones, en los márgenes; de primeras veces tardías; del valor que uno se da a sí mismo; de las apariencias, el individualismo y de la generosidad.
Kári narra la cinta desde el punto de vista de Fúsi y se afana porque empaticemos con él. De hecho, en la butaca tenemos la misma información sobre Sjöfn que el protagonista: podemos intuir heridas que nadie nos explica y poco más, en una revisión del chico-conoce-chica en la que más que el desenlace importa la distancia entre los puntos de partida y de llegada. Sjöfn vendría a ser para Fúsi uno de ‘los amarillos’ de Albert Espinosa, una de esas personas que, según la descripción del autor catalán, “no son ni amantes ni amigos, esa gente que se cruza en tu vida y que con una sola conversación puede llegar a cambiártela”. Evidentemente, Fúsi para Sjöfn también lo es, pero esa sería otra película.
Entre el romance y el drama con pinceladas cómicas, Corazón gigante consigue mover las emociones del espectador sin mostrar sus artificios, de una manera orgánica que se debe, sobre todo, a la tremenda interpretación de Jónsson. Es imposible no terminar amando al gigante bonachón, generoso e infantil que compone a base de gestos y miradas el actor islandés, un personaje que recuerda al también tierno e inexperto Jack de Una cita para el verano, el único trabajo en la dirección del fallecido Philip Seymour Hoffman.
El hielo de Islandia se traduce en una fotografía grisácea y fría que contrasta con la calidez de Fúsi y los temas de Dolly Parton que dominan la banda sonora. Una cinta que, desde el terreno de la autoría, llegará a grandes sectores del público dada su enorme capacidad para arrancar la empatía y conmover.
Entrevista
En
SensaCine hemos tenido la oportunidad de hablar con el director y guionista de la cinta, Dagur Kári,
en su reciente visita a Madrid. Esto es lo que nos ha contado sobre la
película, que ha cosechado un gran éxito en festivales como los de Valladolid,
Tribeca y Cairo, entre otros.
¿Cómo
y cuando surgió la idea de la película? Todo empezó con el actor Gunnar
Jónsson. La primera vez que le vi hace 20 años, él formaba parte de un programa
de comedia televisivo en Islandia. En él participaban todos los grandes actores
de comedia del país, pero Gunnar no era uno de los grandes; era uno más del
reparto, que sólo iba de vez en cuando. No era un profesional. Pero enseguida
me encanto su presencia e intuí que había algo único en él, y empecé a pensar e
imaginar una película donde él fuese el protagonista absoluto, una película
dramática... Pero luego mi carrera fue por donde fue. Primero fui a Islandia,
Dinamarca, luego aterricé en EE.UU... Pero siempre tuve el proyecto en la
mente.Luego, hace cinco años más o menos, estaba yo en Islandia esperando un
vuelo, viendo los vehículos de carga y descarga de los aviones, y de repente
decidí colocar a ese hombre enorme y gigantesco dentro de ese vehículo
pequeñito que parece un juguete. Y eso fue un poco lo que desató la historia.
También es la primera imagen de la película y es una metáfora clave sobre un
adulto atrapado en la infancia.
¿Es
autobiográfica en algún sentido? No. No es autobiográfica. Es sólo sintonizar
con esa persona y dejarme inspirar y sacar la historia de él. Extraer la
historia. Pero la relación entre ficción y realidad es bastante compleja.
Siempre son muchos elementos, casi como una cuerda que tiene miles y miles de
hilos y algunos de esos hilos tienen elementos autobiográficos. Pero es una
confluencia de muchas cosas...
La película está
cosechando un gran éxito en los festivales. ¿A qué cree que se debe? Creo
que es una historia muy universal y, aunque Fusi es diferente de las personas
normales, creo que muchos pueden identificarse con él a ciertos niveles porque
la mayoría de la gente ha experimentado esa sensación de sentirse atrapado en
la vida, pensar que la vida ya no tiene más que ofrecer, y creo que muchas
personas sueñan que un día la coincidencia entre en su vida para cambiarla.
Pero el tema principal de la película es que nosotros como personas tendemos a
juzgar a los demás basándonos en información superficial, y con Fusi, que mide
dos metros, pesa 200 kilos, lleva ropa militar, coleta… Enseguida creamos un
pensamiento sobre qué tipo de persona es. Y luego la película muestra una
historia completamente distinta a lo que nos esperábamos por nuestros
prejuicios. Por eso, la cinta hace que el público piense sobre cómo miramos a
los demás, sobre cómo solemos juzgarlos.
En el último Festival de
San Sebastian ganó la Concha de Oro otra película islandesa, Sparrows
de Rúnar Rúnarsson. ¿Cree que el cine islandés es más conocido ahora en el
mundo?
El año pasado fue excepcional para el cine islandés
porque teníamos tres películas con atención internacional: mi película, Sparrows
y Rams. Y las tres juntas han ganado como 130 premios
internacionales, lo cual nunca había pasado antes. Esperamos que esto sea el inicio
de una época dorada para el cine islandés, pero nunca se sabe. Puede que esto
sea sólo una mera coincidencia.
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